El día que nació la felicidad


Era un matrimonio joven que lo poseía casi todo, lo que pocas personas de su edad tenían: una lujosa casa, un auto para cada uno –último modelo-, una cuenta bancaria con varios ceros a la derecha, un próspero negocio y por si fuera poco el aprecio de familiares y vecinos por su generosidad. 

Sin embargo, en medio de tanta opulencia y cariño, sentían que algo les faltaba, aquello que ni su dinero podía comprar: un bebé. Es que habían agotado todos los recursos científicos disponibles en aquel momento, pero nada les funcionaba y sentían que aquel niño anhelado era lo que les faltaba para ser realmente felices. 

Pasaron varios años y fueron aún más florecientes económicamente y más queridos por su comunidad que al principio, pero seguía faltando el detalle, la cereza al pastel, como se diría en el argot popular. 

Cierto día, estando ellos en su casa, se acercó un vagabundo lleno de harapos y hambriento con una enorme barba y un vetusto bastón de bambú. Les pidió solo un poco de agua, pero la pareja prefirió invitarlo a pasar, darle algo de comer y vestirlo con la mejor indumentaria que había en casa. 

Aquel viejo, se sintió extrañado, por tanta generosidad y les dijo: En pago a su don de gentes y generosidad al límite de su vasto corazón, permítanme decirles que aquello que ustedes desean para ser felices, no es realmente necesario, pues la verdadera felicidad consiste en disfrutar los pequeños detalles, más aun lo que se tiene y no lo que se desea, porque no se puede disfrutar algo que no está en tus manos. Salgan y observen la majestuosidad del firmamento, la belleza de las flores, la despreocupación de los pájaros para conseguir alimento, casi la comida les viene hacia ellos. Lo que tiene que venir, vendrá; pero no deben pensar que les falta algo para ser felices, porque la felicidad no es algo que se debe alcanzar, sino convertirnos día a día en viajeros felices por el camino de la vida, sin importar lo que no tenemos y dándole mucho valor a lo que nos rodea. 

El anciano terminó su breve relato y cuando todavía el matrimonio no salía del asombro, de cómo sabía el viejo sabio lo que ellos deseaban, éste destelló un enceguecedor rayo de luz y se convirtió en una hermosa paloma blanca que salió por la ventana y se perdió en la inmensidad del cielo. 

Luego de un rato, perplejos reaccionaron y comprendieron el enigmático suceso y desde aquel instante se dieron cuenta cuan equivocados estaban, porque si él bebé deseado no llegaba debía ser por algo y no una confabulación del destino o Dios en contra de ellos. 

Desde entonces cada vez que salían correspondían la amabilidad de los vecinos, con una sincera sonrisa y una que otra invitación en su gran jardín a cenar o simplemente compartir anécdotas y sucesos acaecidos durante el día. 

Otro montón de años transcurrieron y aunque sus cuerpos habían envejecido por el natural paso del tiempo, la transparencia de sus almas y felicidad era la misma que sintieron cuando tuvieron el misterioso encuentro con el anciano. 

En un día normal, fueron de acampada cerca de un riachuelo, para recordar momentos de aquella mágica juventud, pero nunca se imaginaron la sorpresa que les deparaba el camino. Escucharon unos ladridos de chacales a una distancia cercana, pero en vez de ponerse en buen recaudo una fuerza sobrenatural les infundió valor y se acercaron con aplomo hacia donde provenían los ladridos. Conforme se avecinaban a su objetivo oyeron el llanto desesperado e inconsolable de un bebé y con piedras ahuyentaron a los salvajes animales que se preparaban para engullir a la tierna creatura. 

Juntos tomaron al bebé entre sus brazos, era una niña preciosa con su tez de ébano y ojos espectacularmente azules, profundos, como aquel cielo que les mostrara años atrás el viejo docto. 

La llevaron a su casa, luego publicaron panfletos, volantes y demás medios, esperando que alguien reclamase la niña, pero pasaron los meses y acudieron a las autoridades, ante las cuales hicieron el respectivo trámite y adoptaron a la pequeña. 

En ese mismo momento, dieron gracias a Dios, porque la espera valió la pena y su entendimiento se abrió para que se dieran cuenta el verdadero valor de lo que se tiene, solo entonces se podrá alcanzar lo que quiere. 

Con el paso de los años, el matrimonio envejeció aún más, pero la niña ya era una hermosa jovencita, radiante, llena de vida y parecía que la felicidad de sus padres se la había endosado toda junta a ella, porque no paraba de sonreír y ser muy condescendiente con los demás. 

Sus padres, llenos de años y felicidad entregaron su alma al Creador, pero se fueron contentos, disfrutando de una vejez digna y sobretodo orgullosos de la hija que criaron con mucho amor. 

En aquel momento, la joven entendió el verdadero propósito de la vida de sus padres e inclusive de ella misma y decidió crear con la inmensa fortuna que heredó, lo que hoy se conoce como el orfanato “EL NACIMIENTO DE LA FELICIDAD” y acogió a muchos niños desamparados, brindándoles mucho afecto, seguridad económica y social, retribuyendo de alguna manera un pedacito de todo lo que hicieron con ella sus venerables padres. 

Todo en la vida tiene un propósito, solo debes tener paciencia y reconectar los sucesos buenos y de los otros, hacia atrás, y con el pasar de tiempo te darás por enterado que debes apreciar los pequeños detalles, para disfrutar más adelante de los grandes, porque la felicidad se vive, no se consigue.

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