La mujer del pechiche
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uenta la leyenda que en la ciudad de Naranjal (en ese entonces parroquia
de Guayaquil) más o menos a mediados del siglo XIX, las pobladores eran en su
mayoría agricultores y las mujeres se dedicaban al oficio de la casa y los
hijos.
En la esquina de lo que hoy son las calles Sucre y Rocafuerte, vivía una
familia de apellido Medina, la misma que estaba conformada por una señora
entrada en años, una muchacha de buen parecer (nieta de la señora) y un señor
de mediana edad que acostumbraba a beber alcohol en cantidades industriales.
La casa en la que habitaba la familia Medina era una típica construcción
pobre de la época: casa alta de madera, en la parte de abajo se criaban
animales, la cubierta era de bijao y un
enorme árbol de pechiche junto a la vivienda.
Se dice que la muchacha salía a eso de las 11 de la noche a esperar
junto al árbol de pechiche a un joven que la cortejaba en secreto sin que
supiera su abuela, pero un día desafortunado, la abuela se dio cuenta del
engaño de la nieta y le dio una soberana paliza que la tiró por las escaleras y
rasgó con el látigo su delicada piel, varias veces.
Y resulta que la muchacha había estado embarazada y abortó el niño que
llevaba en su vientre, después de la agresión salvaje de la abuela.
Relata la historia que desde aquel momento el joven cortejador, nunca
más volvió por esos lares y la muchacha enloqueció de amor y de pena por su
niño, aferrándose incontables horas al árbol de pechiche.
Con el pasar de los años el hombre de la casa falleció en una de sus
tantas borracheras y la abuela desapareció de repente, mientras que la
muchacha, vivía indigentemente de la caridad de los pocos vecinos de la zona,
hasta que la encontraron una mañana muerta junto al enorme árbol abrazando una
muñeca de trapos.
Uno que otro trasnochador manifiesta que quien transita por esa esquina, en horas de la
madrugada, escucha si agudiza bien el oído un lloro melancólico y una tétrica canción
de cuna que te hiela los huesos y te despeluca el cuerpo.
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