La raíz de amargura: Impedimento para ser felices
Hay sentimientos reprensibles que albergamos
en nuestro corazón, que se interponen en el camino diario de la felicidad y es
menester que desechemos todo eso para transitar libremente por la vida.
Si tenemos una raíz de amargura, aunque sea diminuta en nuestro corazón, esta echará aún más raíces y enmarañará nuestra alma de tal manera que no podremos disfrutar los pequeños detalles que se observan en el sendero de la vida.
La amargura contagia todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Así como el perfumista que logra con esfuerzo su mejor esencia, pero una pequeña mosca causa estragos en el aroma de la sustancia.
Imagínate que tenemos un negocio el cual administramos o en su defecto nos pertenece y llega un cliente sonriente, porque a pesar de la discusión con su esposa la noche anterior, se ha propuesto empezar el día de la mejor manera y tú en lugar de corresponder de la misma forma su gentileza, le lanzas un “¡¿Que desea”?¡ a quemarropa con una cara de soldado en primera línea de batalla. Este buen hombre, involuntariamente cambiará totalmente su estado de ánimo y regresará a casa para continuar la escaramuza del día anterior que ahora se transformará en algo parecido a la hipotética Tercera Guerra Mundial.
Lo anterior solo es una suposición con un grado altísimo de probabilidades que se transforme en una cruda realidad.
Dejemos nuestra amargura colgada en el árbol de la paciencia y la calma. No la llevemos a casa, ni al trabajo, porque repercutirá en nuestra felicidad y consecuentemente en nuestras relaciones interpersonales. Es verdad que tal vez tuvimos un día pésimo pero nuestra familia y amigos no tienen por qué cargar con eso, ni siquiera nosotros mismos. Así que caminemos en felicidad, liberémonos de toda esa amargura innecesaria que sujetamos y observaremos que no solo nuestras relaciones mejorarán, sino la misma salud al dejar de producir tanta bilis amarga.
Esforcémonos. Seamos felices. Caminemos, no hacia la felicidad, sino en ella.
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